Bajo presión: hipertensión e infancia
La hipertensión, o presión arterial alta, pone a millones de niñas, niños y adolescentes en alto riesgo de futuras ENT.
La hipertensión, o presión arterial alta, es una de las causas más comunes de enfermedades prevenibles en todo el mundo. Es una de las principales causas del accidente cerebrovascular, la cardiopatía isquémica, otras enfermedades vasculares, la diabetes tipo 2 y la enfermedad renal, y está directamente relacionada con más de 8,5 millones de muertes cada año.
Sin embargo, a pesar de ser sencilla de diagnosticar y relativamente fácil de tratar con medicamentos de bajo costo y hábitos saludables, en los últimos 30 años, la cantidad de personas adultos que viven con hipertensión en todo el mundo se ha duplicado, pasando de un estimado de 331 millones de mujeres y 317 millones de hombres en 1990 a 626 millones de mujeres y 652 millones de hombres en 2019.
Otro hecho alarmante: la prevalencia de la hipertensión ha aumentado aún más drásticamente entre las y los niños y adolescentes: en promedio, a nivel mundial, se ha cuadriplicado en los últimos 30 años, del 1,3% al 6,0% de las y los niños. Un 10-14% adicional de niñas, niños y adolescentes tienen presión arterial elevada o “prehipertensión”. Existe una fuerte evidencia de que la hipertensión pediátrica se prolonga hasta la edad adulta y está asociada con enfermedades cardiovasculares prematuras, enfermedades renales, diabetes tipo 2 y otras ENT. Esto convierte a la hipertensión pediátrica en una importante amenaza para la salud pública y empuja a millones de niñas y niños hacia un futuro de enfermedades crónicas.
¿Por qué está aumentando la hipertensión pediátrica?
El alto consumo de sal, la inactividad física y la predisposición genética son factores de riesgo para la hipertensión pediátrica, pero la evidencia sugiere fuertemente que el sobrepeso y la obesidad son los factores clave detrás de su creciente prevalencia. Por ejemplo, el riesgo de hipertensión es 2,6 veces mayor en niñas y niños con sobrepeso y 9,2 veces mayor en niños obesos. Además, la prevalencia de sobrepeso y obesidad entre niñas, niños y adolescentes ha aumentado a una tasa que corresponde con la de la hipertensión: del 4% en 1975 al 18% en 2016. Solo la obesidad, por otro lado, se ha multiplicado por diez durante el mismo período de tiempo. Cuando solo se considera este grupo de niñas y niños en riesgo, la proporción que padece hipertensión es mucho mayor, con estimaciones que van desde el 20% hasta el 47%.
El sobrepeso y la obesidad infantil alguna vez fueron principalmente un problema de los países ricos, pero a medida que los alimentos y bebidas procesados son más baratos y están más disponibles, estos problemas de salud ahora se están disparando en los países de ingresos bajos y medianos. En 2000, solo alrededor de una quinta parte de los países de bajos ingresos tenían una población adolescente en la que al menos el 10% se clasificaba con sobrepeso; en 2016, tres cuartas partes de esos países alcanzaron ese umbral. Aunque los niveles de sobrepeso y obesidad están aumentando más rápido en los PIMB, esto no significa que hayan dejado de aumentar en los países de altos ingresos. Desde 1980, la prevalencia de la obesidad entre niñas, niños y adolescentes en los EE. UU., por ejemplo, se ha triplicado.
La recopilación de datos confiables sobre la hipertensión pediátrica puede ser un desafío, ya que no está bien monitoreada. Casi la mitad de las personas adultas con hipertensión en todo el mundo en 2019 desconocían su condición, y este porcentaje es aún mayor entre las y los niños. También existen disparidades significativas a este respecto, con tasas más bajas de diagnóstico, tratamiento y control de la hipertensión en los PIMB y en las comunidades marginadas.
Presionar a los gobiernos para que protejan a nuestras niñas y nuestros niños
Hay razones sólidas para acelerar drásticamente la implementación de respuestas políticas comprobadas para la prevención primaria y la promoción de la salud. Estas medidas incluyen las recomendadas por la OMS como parte del Plan de Acción Mundial sobre las ENT, particularmente en relación con las dietas saludables, y las incluidas en los paquetes técnicos de la OMS, como ACTIVE (actividad física) y REPLACE (eliminación de grasas trans).
Es importante que las y los niños y adolescentes cuenten con un control de su presión arterial en los controles de salud de rutina. La hipertensión pediátrica, como la hipertensión en edad adulta, generalmente no presenta síntomas. Sin embargo, es un factor de riesgo clave para muchas enfermedades crónicas, especialmente cuando se acompaña de sobrepeso u obesidad. La hipertensión infantil a menudo se puede reducir a niveles normales manteniendo un peso saludable, haciendo suficiente ejercicio y comiendo una dieta saludable. Pero a menudo es más fácil decirlo que hacerlo, y puede depender en gran medida del entorno de cada niña y niño y de la situación económica de su familia.
Cuando no se logra controlar la presión arterial en la infancia ni en la adolescencia, o cuando ni siquiera se diagnostica, es probable que la hipertensión pediátrica continúe hasta la edad adulta. Esto pone a las y los niños de hoy en alto riesgo de convertirse en personas adultas con diabetes tipo 2, enfermedad renal, enfermedad cardíaca y otras ENT. La morbilidad múltiple, o la presencia de dos o más afecciones crónicas, se está convirtiendo rápidamente en la nueva normalidad en todo el mundo. Los sistemas de salud deberán adaptarse a este cambio con una atención integrada que gestione las múltiples morbilidades en conjunto. Esto se vuelve aún más importante en el contexto del envejecimiento de la población: los gobiernos deben actuar ahora en la prevención para evitar el alto costo de un tratamiento en el futuro.
Los países pueden revertir estas tendencias de aumento de la hipertensión y la obesidad: sabemos cómo hacerlo con iniciativas probadas y comprobadas que son asequibles para todos los países. Implementarlas garantiza grandes ganancias: no solo ayudarán a millones de niñas, niños y adolescentes a evitar una vida de enfermedades crónicas, sino que también tendrán enormes beneficios sobre los sistemas de salud y las economías nacionales y mundiales.